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NO ME BUSQUES EN LAS CALLES DE TUNJA 

Beca de creación en Artes Plásticas y Visuales.

Secretaría de Cultura de Tunja.

Uno de los ejercicios vitales del arte es inmiscuirse en la inmediatez de la realidad sin buscar explicarla.

El artista se vincula con el mundo exterior potenciado por el impulso interior que le posee. Transforma, transfigura, desdibuja, distorsiona o desvanece la realidad en ese ímpetu único y a la vez irónico del absurdo que es el arte: Creación de ilusión.   

Pues bien, la obra de Quito es precisamente el desdibujamiento de lo que más se da por supuesto en el ámbito de lo real para el ser humano; su entorno artificial. En un trabajo en el que la acción artística se vincula con el espacio y rastrea la huella de la existencia humana en las calles de su ciudad, el artista toma los vestigios de los otros para hacerlos imagen, palabra, objeto; convirtiendo a todos los otros que habitan su mismo entorno en fantasmas de su ilusión. Nuestros pasos son su alimento.

Es como si se hendiera en la realidad una herida sangrante que burla la mentira civilizatoria. Las grietas marcan la marcha voraz de lo natural y a su vez la incapacidad de la técnica para suprimir al medio. Es el retrato del asfalto lo que revela la negligencia de una sociedad incapaz de asumir el cuidado de sí misma, la indiferencia de los pasos que transitan estas calles de nadie, la burla del tiempo que todo lo condena al olvido y las palabras encarceladas en un espacio tan roto como las historias que éste contiene.

Y usted ¿Reconoce sus pasos en esta ilusión? ¿En estas grietas?

No busque en las calles de Tunja, ni en las sombras con las que éstas dejan tan invisibles a sus transeúntes. No busque en la ciudad reconocerse porque no encontrará sino retazos de historias desconocidas de desconocidos. No busque en estas calles hechas papel, al animal de cemento que habita y que le devora sin tregua todos los días, a la hora menos pensada, en el momento menos esperado.

 No busque.

Esta obra es para perderse. Sin rumbo. Sin caminos.

 

 Texto: Daniel David Sánchez

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