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En la calle que convulsiona, los pasos de los individuos manchan el asfalto y construyen la ciudad en su devenir, en su constante cambio. Los individuos no son nunca iguales, aunque a veces se exceden siendo ellos mismos.

Hay una ciudad inenarrable en cada individuo, de múltiples formas, rostros, gestos, manifiestos de existencia, de caos, calles sucias y cielos grises, parques verdes y atardeceres rojizos. Hay un individuo en cada grieta de la pared, en cada reflejo de cables y edificios en el charco de agua picha y químicos desconocidos. Indigente y magnate, chino y corroncho, universitaria y vendedora ambulante, prostituta y académica, proyecciones oníricas de la ciudad monstruo, la ciudad persona, la ciudad organismo viviente.

En la ciudad que convulsiona, los individuos se sueñan, se pesadillan (del verbo ‘pesadillar’), se alucinan, siempre, en donde sea que estén, efímeros; en lo más profundo de una olla o en la cima de un rascacielos.

De la serie #tunjayork. Fotografía digital. 2017.
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